Estado de Cinismo

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¿Hasta qué punto se glorifica al terrorista cuando este obtiene repercusión mediática mundial? ¿El terrorista se convierte en héroe después de haber aparecido su foto y su nombre en los medios de comunicación de todo el mundo? ¿Esa repercusión sobredimensiona al asesino por encima de la víctima? Estas son algunas de las  cuestiones que opinión pública, intelectuales y políticos debaten en Francia tras los últimos atentados del pasado julio.

 

La Opinión Pública francesa ha puesto en marcha una iniciativa popular reclamando el «anonimato de los terroristas en los medios de comunicación». En una semana recabó más de 75.000 firmas.

 

Algunos medios franceses han reaccionado rápidamente: el diario francés Le Monde tomó la decisión editorial de no publicar fotografías de terroristas “para evitar eventuales efectos de glorificación póstuma”, según declaraciones de su director Jérôme Fenoglio. La emisora de radio Europe 1 también decidió no citar el nombre de los autores de atentados terroristas. Por su parte, el periódico católico La Croix no publicará las fotos de los autores de los asesinatos ni sus apellidos. La radio RFI y la cadena de televisión France 24 han dejado de difundir las fotos de terroristas y se han comprometido a ser «extremadamente parcos en la utilización de los nombres de éstos».

 

Debate superado

 

La disyuntiva entre silencio informativo y libertad de expresión está superado desde mediados de los 80. La UNESCO y la UE se pronunciaron sobre el asunto hace años publicando sendos códigos deontológicos del periodista. Un acuerdo entre medios de comunicación a nivel mundial es utópico. Un pacto de silencio en sociedades democráticas globales donde la información corre libre por las redes sociales es inviable. Ahora cualquier individuo con un móvil puede emitir y recibir información sin tener que respetar los principios básicos de veracidad, objetividad y contrastar fuentes.

En esos códigos éticos se establece que bajo “el terrorismo, la discriminación de las minorías, la xenofobia o la guerra, los medios de comunicación tienen la obligación moral de defender los valores de la democracia, el respeto a la dignidad humana, la solución de los problemas a través de métodos pacíficos y de tolerancia, y en consecuencia oponerse a la violencia y al lenguaje del odio y del enfrentamiento, rechazando toda discriminación por razón de cultura, sexo o religión”.

Sorprende que los medios de comunicación, los intelectuales y la sociedad francesa se hayan rendido ante la lógica que subyace debajo del el terrorismo yihadista, aceptando que los ejecutores matan a individuos en busca de gloria.  Al plantear una ideología posible se valida el argumentario y la propaganda de los movimientos violentos. Quizás primero debería plantearse si el “yihadismo” se encuadra dentro de la concepción occidental de lo que comúnmente se ha denominado como “movimientos terroristas”.

Por otro lado, es en los países desestabilizados donde se asientan estos movimientos armados como poder, este tipo de violencia es algo habitual. El impacto, por tanto, queda muy reducido. Cabría preguntarse si el término “terrorismo” encierra el mismo concepto en Europa o Estados Unidos que en los países de Oriente Próximo, África o Asia. 

 

Regulación nacional

 

España ha sido un país muy castigado por el movimiento terrorista independentista ETA y en 2004 por Al Qaeda. El tratamiento  de las noticias sobre atentados terroristas ha sido un debate habitual entre los profesionales y directivos de los medios de comunicación. El Colegio de Periodistas de Cataluña o la Federación Española de Asociaciones de Periodistas fueron los primeros en establecer códigos éticos que establecieran criterios unificados para dar cobertura esos actos violentos. Las últimas reflexiones al respecto se recogen en la Declaración de Bilbao sobre Terrorismo y Medios de Comunicación.

Televisión Española optó por aprobar un código de autorregulación en 2002. El Consejo de Administración de RTVE determinó que la transparencia debe primar sobre el silencio informativo a la hora de informar sobre terrorismo.

Sin embargo, el Consejo de Administración estableció que las noticias no podían ser neutrales y  debían de tomar partido por los valores democráticos. Lo importante para el medio era salvaguardar la libertad y la dignidad de las víctimas, a través de la contextualización de las noticias.

 

Crear la noticia

 

Los medios de comunicación y los periodistas crean las noticias.  La narración de  los hechos y su catalogación como “acto terrorista “conforma un producto, la noticia. Pero la difusión de los hechos no es el objetivo final que persigue la ideología terrorista. Es decir, la noticia sobre el acto terrorista, en sí misma, es un efecto del terrorismo, no su objetivo final. El objetivo de todo acto y movimiento terrorista es sembrar terror.

Tampoco la elección del lenguaje es neutral tanto para profesionales de la información como para políticos. La denominación de la respuesta a la amenaza terrorista como » guerra contra el terrorismo» es una manipulación del lenguaje que contribuye a crear un estado de inseguridad y de alerta constante en nuestras sociedades. Se convierte en un excusa para recortar libertades públicas, a las que sociedad civil claudica sin oposición por el bien común de la una seguridad que es imposible de logar con la muestra constante de fuerzas policiales en aeropuertos o actos masivos.

 

Funciones olvidadas

 

Si hay algo que se les puede acusar a los medios de comunicación en la actualidad es que se han olvidado de cumplir una de las funciones básicas que motiva su existencia: formar a la opinión pública crítica. En sociedades cada vez más complejas, ofrecer información simplista, que se nutre de estereotipos sobre los yihadistas, o difundir creencias maniqueas sobre Islam no contribuyen a contextualizar esa complejidad. Es más, alientan un estado de alarma social generalizado y de sentimientos xenófobos.

Recuperar esta función formativa pasa por elegir de forma equilibrada los hechos que se convierten en noticia y el espacio informativo que ocuparán. Quizás habría que revisar si sigue siendo un criterio consensuado que un muerto cercano interesa más que cien en Oriente Próximo.

También los medios de comunicación y sus directivos deberían replantearse la carrera por la inmediatez. Ser el primero en informar produce “desinformación” al nutrirse de información errónea y sin contrastar.

La contextualización de la información contribuiría a mostrar los ángulos de las noticias. El balance es posible cuando se da voz a todos los interesados implicados.

 

Tratamiento del terrorista

 

El hecho de no mostrar la imagen del terrorista o no decir su nombre no implica que no sea tratado como un héroe en los blogs, foros, redes sociales o en medios que utilicen para comunicarse estos movimientos radicales. El tratamiento en medios de comunicación generalista europeos banalizan el perfil del terrorista como “un personaje desarraigado y de personalidad débil o violenta, un lobo solitario” y lo convierte en una víctima social. Y lo cierto es que puede ser una víctima del sistema, pero ha elegido matar. ¿Es este punto de vista el que preocupa a la sociedad francesa? Por otro lado, resulta difícil asumir que los verdugos son también víctimas. Y se usa el «posible efecto contagio» para justificar esta decisión editorial cuando no está probado que haya una correlación entre actos terroristas e imitadores.

Los intelectuales y la sociedad han fallado en su nivel de exigencia a los medios de comunicación. Preferimos información fácil que apoye nuestro estado de creencias porque después de todo, nosotros somos los desarrollados. Y Seguimos perpetuando este «estado de cinismo» donde hay individuos de primera categoría y el resto.

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